lunes, 21 de marzo de 2011

Hamburguesa cutre/Hotel pijo

Hoy os voy a llevar comer una hamburguesa, y nos vamos a ir a New York. Éste es uno de esos sitios a los que te tienen que llevar, porque sino, no lo encuentras... Vamos, porque a nadie se le ocurre ir a comer una hamburguesa a un hotel de cuatro estrellas, verdad? Cuando llegamos a New York, lo primero que le preguntamos a nuestros anfitriones fue un local "typical" donde comer una buena hamburguesa, ya que además de estar en el país de la idem, la carne en N.Y. Tiene una fama buenísima. Así que Pedro y Donna nos dijeron que buscáramos el Joint Burger,

 ... A ver si éramos capaces de encontrarlo. Como broma sería buenísima, ya nos podíamos volver locos buscando, pero fueron buenos y nos revelaron la verdad... Lo que diferencia a Joint Burger del resto de las hamburgueserías es su ubicación. En la calle 57, en el meollo, lo más in de Manhattan, buscamos el hotel Le Parker Meridien, un hotel de cuatro estrellas, normal, decoración sobria y elegante... Vamos, que como elección para dormir no hay queja pero como hamburguesería no es lo que uno se espera. Como ya estábamos avisados nos colamos al hall, y buscamos unas cortinas enormes azulas. Por suerte está a la vista, y además nos encontramos con una enooorme cola pegadita a la misma. Y ofrecía un fuerte contraste la gente de la cola con la gente alojada en el hotel; era un hotel de negocios y la gente de la cola iba más sport, amos, como nosotros!.

 Esperamos pacientemente nuestro turno, y por fin pudimos entrar. La hamburguesería era pequeñita, olorosa, ruidosa... Paredes de ladrillo, llenas de carteles, graffitis, mesas con bancos corridos, mala iluminación, y una barra con tres chicas pegando unos gritos espeluznantes. Por supuesto, el ritmo de trabajo era demasiado rápido, tres segundos para pedir, pobre de ti como se te ocurriese pensarte el menú o preguntarle a tu compañero si quería Coca-Cola o Seven Up. Creedme, a mi marido se le ocurrió girarse para preguntarme algo pero la mirada de la camarera le hizo cambiar de opinión y pidió por mi, por si acaso...

 Y la hamburguesa? Pues muy bien!. Son hamburguesas pequeñitas, anchas, y la carne de muy buena calidad, aptas para escepticos!. Muy, muy jugosas, y a pesar de su tamaño, muy rellenitas, aquí no se andan con tonterías a la hora de comer, nada de cuatro trozos de tomate y media hoja de lechuga con un trozo de carne de 50 gramos, el ritmo de trabajo de esta ciudad exige una alimentación consistente!. No son excesivamente caras, unos 8 $, lo cual no está nada mal para tratarse de Manhattan!. Y al salir, el mismo contraste, de la pequeña hamburguesería oscurs y olorosa pasamos al lujoso hall del hotel como quien sale del cine para encontrarse con una tarde soleada fuera... Por supuesto, solo con atravesar la cortina se deja de oir el escándalo del interior... Otro mundo!. Un saludito al botones del hotel, y de nuevo a patear la gran manzana!.

Por si sentís curiosidad, preguntamos el porqué de la original ubicación, y al parecer tiene que ver con la feroz especulación inmobiliaria de la isla; era un solar maravilloso para construir un hotel, habían vendido todos los propietarios, excepto el de la hamburguesería. Asi que a los propietarios del hotel se les ocurrió la idea de compartir el garito. Montaron alrededor y encima el hotel dejando el cubículo de la hamburguesería en su interior. Como las paredes de ladrillo no quedaban nada glamurosas en medio de aquella recepción minimalista, las cubrieron con unas cortinas y solucionado el problema!. Asi que ya sabéis, cuando tengáis problemas con un vecino, pensad en la solución de estos visionarios y respirad con calma... Las opciones imaginativas pueden ser la solución!. Otro día os enseñaré donde tomar un buen brunch en Brooklyn, de momento, esto es todo! Cuidaos y disfrutad!

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